San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 25 de abril de 2024

San Marcos, Evangelista

 




         Vida de santidad[1].

         Fue uno de los cuatro escritores de los Evangelios, quienes nos brindan un relato claro de la vida y enseñanza de Jesucristo. Conocemos a San Marcos, por lo tanto, principalmente a través de su autoría del segundo Evangelio, el Evangelio según San Marcos. De otra parte, de las Escrituras, también se sabe que acompañó a Pablo y Bernabé en sus viajes. Y por la Tradición, se sabe que fue el secretario de San Pedro y el fundador de la Iglesia en Alejandría, Egipto. La fiesta de San Marcos es el día de su muerte. El 25 de abril del año 68 d.C., fue arrastrado por las calles de Alejandría por su fe en Cristo, dejando sangre y carne en los adoquines. Durante todo el tiempo nunca dejó de alabar a Dios y darle gracias por sus sufrimientos.

         Mensaje de santidad[2].

Los investigadores coinciden en el hecho de que el Evangelio de San Marcos puede verse como un   desarrollo detallado de los discursos de San Pedro en los Hechos de los Apóstoles (cfr. Hch 2, 22-26; 3, 12-26; 10, 36-43), por lo que puede considerarse como una prolongación y desarrollo de la predicación de San Pedro. Por esto es que San Marcos es llamado también el “portavoz de San Pedro” ya que San Pedro fue la fuente principal de San Marcos para la historia de la vida de Jesús. A su vez, San Pedro se refiere a él como “mi hijo Marcos” en su Primera Carta (cfr. 1 Pe 5,13). También, según la Tradición, es muy posible que San Pedro lo bautizara y que en realidad, además de “secretario” de San Pedro, San Marcos fuera también testigo presencial de al menos algunos de los acontecimientos de la vida de Jesús. Esto último se deduce porque sólo en el Evangelio de Marcos se encuentra el relato del joven que siguió a Jesús después de haber sido arrestado -que es el Evangelista San Juan- y cómo la sábana que cubría su cuerpo había sido dejada atrás cuando las autoridades querían apoderarse de él (cfr. Mc 14, 51-52). Si San Marcos no hubiera estado presente, este detalle no lo podría haber consignado.

Ahora bien, la característica principal de su Evangelio es que San Marcos pone énfasis en la condición divina de Jesucristo en cuanto Segunda Persona de la Trinidad. Esto último se puede constatar cuando, al inicio de su Evangelio, sus primeras palabas revelan firmemente la divinidad de Cristo, pues dice: “Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc 1, 1). Esta declaración de que Jesús es el Hijo de Dios, es clave y de vital importancia para comprender todo el Evangelio de San Marcos, por la sencilla razón de que si no se cree que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios -Hijo de Dios no en un sentido genérico, sino el Unigénito, la Palabra eternamente pronunciada por el Padre, que procede del seno del Padre, que posee su mismo Acto de Ser divino trinitario y su misma naturaleza divina, por cuanto es Dios igual que el Padre, entonces nunca se podrá entender el Evangelio, no solo el de San Marcos, sino la totalidad del Evangelio.

Por esta razón, el Evangelio de San Marcos es esencial para comprender la verdad acerca de Jesucristo: su Persona divina, la Segunda de la Trinidad, encarnada en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth. En otras palabras, solo si vemos a Jesús como lo describe San Marcos, como Persona divina en la que se unen las naturalezas divina y humana, sin mezcla ni confusión, es decir, solo si somos capaces de ver a Jesucristo como verdadero Dios y verdadero Hombre, solo así podremos comprender el Evangelio. Por el contrario, si negamos, ya sea Su divinidad o Su humanidad, entonces caemos en un error cristológico que nos aparta completamente de la fe católica, como sucede con los protestantes y evangelistas, que consideran a Cristo solo como hombre, pero no como Dios.

Basándose en las mismas palabras de Jesús –“Si no me creen a Mí, crean a mis obras”-, son estas obras divinas, o mejor milagros -sumados a las enseñanzas y palabras sobrenaturales de Jesús registradas por San Marcos, las que autentifican el hecho mismo de Su filiación divina. Esta declaración de la condición divina de Jesús, que abre su Evangelio, también lo cierra, porque bajo la inspiración del Espíritu Santo, San Marcos, al final de su Evangelio, ofrece un resumen del Evangelio, en la declaración del centurión romano en el Calvario, proclamada inmediatamente después de que atravesara su Sagrado Corazón con la lanza y de que cayera en consecuencia sobre el centurión el Agua y la Sangre del Corazón de Jesús: “Y cuando el centurión, que estaba de pie frente a él, vio que exhalaba así su último aliento, dijo: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” (Mc 15, 39).

Por último, esto que parecen disquisiciones teológicas, no lo son, porque reflejan la verdad última acerca de Jesús y, lo que es más importante, esta declaración de San Marcos sobre Jesús, se traslada a la doctrina eucarística de la Iglesia Católica, ya que lo mismo que San Marcos dice sobre la Jesús y su condición divina, lo podemos y debemos aplicar nosotros a la Eucaristía, porque la Eucaristía no es nada menos que el mismo Jesús Dios descrito por San Marcos, que continúa y prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Es decir, si todo el Evangelio no se entiende y no tiene sentido si no se proclama a Cristo como Dios, como lo hace San Marcos, tampoco la doctrina de la Eucaristía, que es el mismo Cristo Dios Presente en Persona en la Eucaristía, se entiende ni tiene sentido. De ahí la necesidad imperiosa de no falsificar el Evangelio de San Marcos, desviando la atención o adulterando el mensaje central del Evangelio escrito por San Marcos: Cristo es Dios. Y por lo tanto, la Eucaristía es Dios.


jueves, 18 de abril de 2024

San Expedito y la verdadera causa urgente

 



         San Expedito es considerado como “el santo de las causas urgentes”, es decir, es el santo a quien se acude cuando se está atravesando por una situación delicada -una enfermedad, falta de trabajo, una situación afectiva extrema, etc.- y se necesita una solución “urgente”. Para saber la razón por la que San Expedito recibió este título, es necesario repasar brevemente su vida.

         San Expedito era un legionario romano que, aunque era una buena persona, estaba sin embargo en la oscuridad espiritual porque no conocía a Nuestro Señor Jesucristo. Es decir, San Expedito, antes de ser cristiano, era pagano, lo cual quiere decir que creía en muchos y falsos dioses -que en realidad eran demonios, como dice la Escritura: “Los dioses de los gentiles son demonios”- y además creía en muchas supersticiones, como el uso de amuletos, talismanes y todas esas cosas horribles que utilizan los brujos. Sería el equivalente, en nuestros días de hoy, a alguien que cree en ídolos demoníacos como la Santa Muerte, el Gauchito Gil, la Difunta Correa, entre otros, y como alguien que usara la mano de Fátima, el ojo turco, la cinta roja para la envidia, el árbol de la vida y muchos otros amuletos que lo único que hacen es atraer la presencia del Demonio en la vida de quien los usa. Es decir, San Expedito era prisionero, estaba atrapado por el Demonio, por sus ídolos y por sus amuletos y bajo el mando y el influjo de los hechiceros.

         En un determinado momento de su vida, San Expedito recibió la gracia de la conversión, que es una luz interior, concedida por el Espíritu Santo, para que pudiera conocer a Jesucristo, Quien es el que nos hace libres, como Él lo dice en el Evangelio: “La Verdad os hará libres” y como la Verdad en Sí misma es Él, que es la Sabiduría del Padre, es Jesucristo quien nos hace libres de verdad, liberándonos de la esclavitud del pecado, del error y del Demonio. Por esta razón es que San Expedito aparece en sus imágenes con una cruz blanca en su mano, ya que, al recibir la gracia para conocer a Jesucristo, estaba meditando sobre Jesús crucificado, para saber quién era Jesús. En ese momento, se le apareció del Demonio en persona, pero oculto bajo la imagen de un cuervo negro, porque si se le aparecía tal como es, el Diablo es tan horrible, que la persona puede morir del susto con solo verlo. El Diablo, que es astuto y llamado “Seductor”, comenzó a sobrevolar sobre San Expedito, diciéndole: “Cras, cras”, que en latín significa “mañana” y hacía esto porque lo estaba tentando, no con renunciar a Jesucristo, sino con dejar la conversión “para mañana”. En otras palabras, es como si le dijera: “No te conviertas hoy, déjalo para mañana, por hoy, continúa siendo pagano, continúa adorando mis ídolos, continúa usando mis amuletos; ya mañana tendrás tiempo de convertirte”. El Diablo sabía que, si San Expedito caía en la trampa, cometía un gran error, porque nadie sabe si estará vivo mañana, entonces, si él dejaba la conversión para el día siguiente, exponía su alma a la condenación eterna, al no estar convertido a Jesucristo.

         Pero el santo, recibiendo una fuerza y una luz extraordinaria de la Santa Cruz que sostenía en su mano, exclamó con prontitud y con gran voz: “¡Hodie!”, que en latín significa: “hoy”. Con esto, San Expedito decía lo siguiente: “¡Hoy y no mañana, me convertiré a Jesucristo; hoy y no mañana, dejaré de adorar a los ídolos demoníacos para adorar al Único y Verdadero Dios, Nuestro Señor Jesucristo; hoy y no mañana, dejaré de usar los amuletos y talismanes de los brujos y hechiceros, para usar imágenes de la Virgen el Santo Crucifijo; hoy y no mañana, dejaré de cumplir los mandamientos de Satanás para comenzar a vivir según los Mandamientos de la Ley de Dios y esto lo haré por mí y por mis seres queridos”. En otras palabras, San Expedito reaccionó de manera urgente frente a la tentación del Demonio y pidió con su proclama, la verdadera causa urgente que todos debemos pedir todos los días y es la conversión del alma a Nuestro Señor Jesucristo, Presente en la Santa Cruz y Presente en Persona en la Sagrada Eucaristía y esta gracia de la conversión debemos pedirla para nosotros, para nuestros seres queridos y para todo prójimo. Por esta razón, San Expedito es el “santo de las causas urgentes” y la primera causa urgente es la conversión del alma y del corazón a Jesús Eucaristía.


domingo, 31 de marzo de 2024

Solemnidad de San José

 



         San José es, luego de Nuestro Señor Jesucristo y de la Santísima Virgen María, el más grande santo de los santos de la Iglesia Católica. En San José se demuestran el poder, la omnipotencia y la sabiduría divina de la Santísima Trinidad, que colmó a San José con tantos dones y gracias, regalos y bendiciones del Cielo, que lo hizo merecedor de la eterna bienaventuranza en el Reino de Dios con los más altos grados de gloria divina, además de confiarle aquí en la tierra a los dos tesoros más preciados de la Santísima Trinidad: Jesús y María Santísima.

         Debido a su gran santidad y a la inmensidad de dones y gracias con los que fue colmado, San José fue el elegido por Dios Uno y Trino para custodiar, aquí en la tierra, a los dos tesoros más grandes que la Humanidad haya podido jamás imaginar, Nuestro Señor Jesucristo y la Madre de Dios.

         San José fue, para Nuestro Señor Jesucristo, un modelo insuperable de padre, aun no siendo él el padre biológico de Jesús -el Padre natural de Jesús es Dios Padre, de Quien procede Jesús desde la eternidad-, sino el padre adoptivo de Jesús. En efecto, Jesús era Dios Hijo encarnado y por lo tanto, no hubo acción alguna de varón en su concepción milagrosa y virginal, siendo sus cromosomas paternos creados en el momento mismo de la Encarnación.

         San José cumplió a la perfección el rol pedido por Dios Padre, esto es, que fuera el padre sustituto, en la tierra, de su Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad encarnada. Así, San José fue padre sustituto de Jesús, reemplazando a Dios Padre y participando de la Divina Paternidad, educando, criando, alimentando y proveyendo de todo lo necesario para su Hijo adoptivo Jesús. Lo recibió como a Dios Hijo, luego del anuncio del Ángel Gabriel en sueños; lo protegió con su vida, guiando a la Sagrada Familia de Nazareth a Egipto, para ponerlo a salvo de quienes querían matar a su Hijo; a su regreso a Nazareth, muerto ya Herodes, cuidó de su Hijo adoptivo, Quien era al mismo tiempo su Dios, el Dios que lo había creado, con un amor viril y paterno, hasta el día de su muerte.

         Por eso San José es Patrono de los padres de familia, de los padres varones, porque les enseña cómo cuidar a los hijos que Dios pone en la vida para ser educados. San José es modelo y Patrono de los Adoradores de Jesús Eucaristía, porque si bien él cuidaba de su Hijo Jesús, al mismo tiempo lo adoraba porque iluminado por el Espíritu Santo, veía en el Niño Jesús a Dios Hijo encarnado y lleno de asombro, al mismo tiempo que cuidaba de su Hijo, lo adoraba como a su Dios.

         San José es modelo ejemplar de esposo casto y providente, porque si bien estaba desposado con la Virgen María, este desposorio era meramente legal, ya que vivían como hermanos y jamás de los jamases hubo entre San José y María Santísima trato al estilo esponsal, porque la Virgen era y es, por toda la eternidad, Virgen, porque así lo dispuso la Santísima Trinidad y así lo exigía su condición de ser Virgen y Madre de Dios.

         San José vivió toda su vida solamente para dedicarse pura y exclusivamente a su Esposa legal, la Virgen y a su Hijo adoptivo, Jesús y por eso es modelo insuperable de santidad para todo esposo cristiano y para todo padre cristiano, que desee santificarse en la vida familiar.

         Por último, San José es Patrono del Buen Sueño, ya que todas las indicaciones de la Trinidad las recibió por medio del ángel que, por disposición divina, le daba las indicaciones en el sueño y por eso es a él a quien debemos encomendar nuestro descanso, para que aun en el sueño glorifiquemos a la Santísima Trinidad.

         También es Patrono de la Buena Muerte, porque según la Tradición, San José murió antes de que Jesús comenzara su predicación pública y murió entre los brazos de Jesús y María y no hay muerte más hermosa que la de morir acompañado por los Sagrados Corazones de Jesús y María.

         Por todos estos motivos y muchos más, la Santa Iglesia Católica se alegra al celebrar al Padre adoptivo de Jesús y Esposo meramente legal de María Santísima, San José y a él le encomienda todos sus hijos, para que por su intercesión todos se salven y, junto a San José y a la Virgen, adoren al Cordero en esta vida y por toda la eternidad.

jueves, 8 de febrero de 2024

Santa Josefina Bakhita

 



         Vida de santidad[1].

         Nació en la región de Darfur, en Sudán, y se cree que nació en 1869. Vivió su infancia con sus padres, tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela, hasta el momento de ser secuestrada por los esclavistas. Siendo aún niña, fue raptada y vendida en diversos mercados africanos de esclavos, sufriendo dura cautividad. Fue comprada por una familia italiana, quien la liberó y la crió como hija propia. Fue bautizada y luego ingresó en el Instituto de Hijas de la Caridad (Canosianas), y pasó el resto de su vida en Schio, en el territorio italiano de Vicenza, entregándose a Cristo y al servicio del prójimo en cuerpo y alma, pues virgen de cuerpo y alma. Falleció en el año 1947. Fue beatificada el 17 de mayo de 1992 por S.S. Juan Pablo II y canonizada por el mismo Santo Padre el 1 de octubre de 2000.

         Mensaje de santidad.

         El nombre “Bakhita” significa “afortunada”; luego, al recuperar la libertad y ser bautizada, recibió el nombre de Josefina. cuento su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos. Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: ´Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco´. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma. Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacía. Cuando estaba en el bosque, me percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: “Si gritas, ¡morirás! ¡Síguenos!”. Su cuarto amo fue el peor en sus humillaciones y torturas. Cuando tenía unos 13 años fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. Ella cuenta en su biografía: “Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal”. Así imitó y participó de la dolorosa flagelación de Nuestro Señor Jesucristo, ofreciendo sus dolores y humillaciones por su propia conversión, la de sus captores, la de sus seres queridos y la de todo el mundo. El comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita en 1882. Era el quinto amo. Ella escribe: "Esta vez fui realmente afortunada porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad". Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la llegada de tropas Mahdis. Bakhita quiso seguir con su amo cuando este se fue a Italia con su amigo Augusto Michieli. La esposa de Michieli los esperaba en Italia y quiso quedarse con uno de los esclavos que traían por lo que se le dió a Bakhita. Bakhita y Minnina ingresaron al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia. Esta congregación, fundada en 1808, es mas conocida como Hermanas de Canossa.

Fue en el Instituto que Bakhita conoció de verdad a Cristo y que “Dios había permanecido en su corazón”, por lo que le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud, “pero recién en ese momento sabía quién era”. Recibió al mismo tiempo el bautismo, la primera comunión y la confirmación, el 9 de enero de 1890, por manos del Cardenal de Venecia. Tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada.

Al ser bautizada expresó: “¡Aquí llegué a convertirme en una de las hijas de Dios!”. Se dice que no sabía cómo expresar su gozo y en su biografía cuenta que en el Instituto conoció cada día más a Dios, “que me ha traído hasta aquí de esta extraña forma”. El 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad profesó en la vida religiosa. Bakhita fue trasladada a Venecia en 1902, donde trabajó limpiando, cocinando y cuidando a los más pobres. Nunca realizó milagros ni fenómenos sobrenaturales, pero tenía fama de santidad. Siempre fue modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior y cumplió siempre sus obligaciones diarias. Luego de la publicación de sus memorias, se hizo muy conocida y viajaba por toda Italia dando conferencias y recogiendo fondos para su congregación.

Aunque la salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y quedó con mucho dolor en silla de ruedas, no dejó de viajar. Falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: “Madonna! Madonna!”, que en italiano significa “Virgen, Virgen”. Eso significa que, en el momento de morir, antes de pasar de esta vida a la otra, vio a la Virgen María en Persona, como anticipo de lo que habría de continuar viéndola, venerándola y amándola por toda la eternidad, por haber sido fiel a Nuestro Señor Jesucristo y por haber demostrado virtudes como el perdón cristiano, la humildad y la misericordia.

Miles de personas fueron a darle el último adiós, expresando así el respeto y admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días, durante los cuales, según cuenta la gente, sus articulaciones aún permanecían calientes y las madres cogían su mano para colocarla sobre la cabeza de sus hijos. Josefina se recuerda con veneración en Schio como “Nostra Madre Moretta”, es decir, “Nuestra Madre Morena.

El Papa reconoció que ella transmitió el mensaje de reconciliación y misericordia. Ella sufrió graves males en manos de algunos cristianos, pero su corazón no se cerró. Supo perdonar a los que la ultrajaron y descubrir que aquellos agravios, aunque cometidos por cristianos, son contrarios al camino de Jesús. Gracias a las religiosas encontró el verdadero rostro de Cristo y entró en Su Iglesia. Nada, ni los malos ejemplos, nos puede apartar del amor de Dios cuando le permitimos reinar en nuestro corazón. Bakhita nos deja este maravilloso testamento de perdón por amor a Cristo: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”. Muchas veces nuestros prójimos nos ofenden y nosotros no somos capaces de perdonar mínimamente; peor aún, guardamos enojo y rencor durante años; en este sentido, Bakhita es ejemplo de cómo perdonar al prójimo -los secuestradores que la hicieron sufrir terriblemente en cuerpo y alma- con el mismo perdón de Jesucristo. Otro ejemplo que nos deja Bakhita es su comprensión y agradecimiento de lo que significan tanto la Providencia de Dios, que del mal saca un bien infinito -de su captura obtuvo su filiación divina por el Bautismo- y del valor inestimable de la gracia bautismal, que de simples creaturas, nos convierte en hijos adoptivos de Dios. Al recordarla en su día, le pidamos a Santa Bakhita que interceda para que también nosotros sepamos perdonar con el perdón y el amor de Cristo a quienes nos ofenden y para que sepamos agradecer, postrados en tierra, todos los días, el don inestimable de la gracia, que por el bautismo nos ha convertido en hijos adoptivos de Dios. 

martes, 6 de febrero de 2024

San Pablo Miki y compañeros mártires

 



         Vida de santidad[1].

         Pablo Miki nació en Japón el año 1566 de una familia pudiente; fue educado por los jesuitas en Azuchi y Takatsuki. Entró en la Compañía de Jesús y predicó el evangelio entre sus conciudadanos con gran fruto. Al recrudecer la persecución contra los católicos, decidió continuar su ministerio y fue apresado junto con otros. En su camino al martirio, él y sus compañeros cristianos fueron forzados a caminar 300 kilómetros para servir de escarmiento a la población. Ellos iban cantando el Te Deum. Les hicieron sufrir mucho. Finalmente llegaron a Nagasaki y, mientras perdonaba a sus verdugos, fue crucificado el día 5 de febrero de 1597. Desde la cruz predicó su último sermón. Junto a él sufrieron glorioso martirio el escolar Juan Soan (de Gotó) y el hermano Santiago Kisai, de la Compañía de Jesús, y otros 23 religiosos y seglares. Entre los franciscanos martirizados está el beato Felipe de Jesús, mexicano. Todos ellos fueron canonizados por Pío IX en 1862.

         Mensaje de santidad.

         El mensaje de santidad lo podemos obtener del relato del momento de su crucifixión y posterior ejecución. El relato dice así: “Una vez crucificados, era admirable ver la constancia de todos, a la que los exhortaban, ora el padre Pasio, ora el padre Rodríguez. El padre comisario estaba como inmóvil, con los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín cantaba salmos en acción de gracias a la bondad divina, intercalando el versículo: En tus manos, Señor. También el hermano Francisco Blanco daba gracias a Dios con voz inteligible. El hermano Gonzalo rezaba en voz alta el Padrenuestro y el Avemaría”. En esta primera parte, se destaca cómo todos los mártires, estando ya crucificados, estando clavados a la cruz y en teoría sufriendo horribles dolores por la transfixión de los clavos en las manos y en los pies, ninguno de ellos mostraba signos de dolor, ni de angustia, ni del más mínimo quejido; por el contrario, en todos había una serena calma, pero además de la calma, alegría y acción de gracias, como anticipando la alegría eterna que les esperaba apenas finalizara el tormento de la cruz y dando gracias por hacerlos participar de la Cruz de Jesús. En vez de reproches contra Dios, de los mártires se alzaban cánticos y salmos, además de Padrenuestros y Avemarías, quedando muchos de ellos en estados de éxtasis, al contemplar sobrenaturalmente a Nuestro Señora Jesucristo.

         Continúa luego el relato: “Pablo Miki, nuestro hermano, viéndose colocado en el púlpito más honorable de los que hasta entonces había ocupado, empezó por manifestar francamente a los presentes que él era japonés, que pertenecía a la Compañía de Jesús, que moría por haber predicado el Evangelio y que daba gracias a Dios por un beneficio tan insigne; a continuación, añadió estas palabras: “Llegado a este momento crucial de mi existencia, no creo que haya nadie entre vosotros que piense que pretendo disimular la verdad. Os declaro, pues, que el único camino que lleva a la salvación es el que siguen los cristianos. Y, como este camino me enseña a perdonar a los enemigos y a todos los que me han ofendido, perdono de buen grado al rey y a todos los que han contribuido a mi muerte, y les pido que quieran recibir la iniciación cristiana del bautismo”. Luego, vueltos los ojos a sus compañeros, comenzó a darles ánimo en aquella lucha decisiva”. Pablo Miki, desde la Cruz, proclama con su cuerpo y con su alma que ésa, la Santa Cruz, es el Único Camino que conduce al Cielo e imitando al Señor Jesús, que perdonó a sus verdugos que le quitaban la vida, él también perdona al emperador y a todos los que los hicieron sufrir y no solo los perdona, sino que los anima a que ellos dejen de lado sus vidas paganas y que también abracen la Santa Cruz como Camino Real que conduce al Reino de Dios.

         Sigue así el relato: “En el rostro de todos se veía una alegría especial, sobre todo en el de (el Padre) Luis; éste, al gritarle otro cristiano que pronto estaría en el paraíso, atrajo hacia sí las miradas de todos por el gesto lleno de gozo que hizo con los dedos y con todo su cuerpo. Antonio, que estaba al lado de Luis, con los ojos fijos en el cielo, después de haber invocado el santísimo nombre de Jesús y de María, se puso a cantar el salmo: “Alabad, siervos del Señor”, que había aprendido en la catequesis de Nagasaki, ya que en ella se enseña a los niños algunos salmos. Otros, finalmente, iban repitiendo con rostro sereno: “¡Jesús, María!”. Algunos también exhortaban a los presentes a una vida digna de cristianos; con estas y otras semejantes acciones demostraban su pronta disposición ante la muerte”. En el resto de los mártires se observa la misma disposición de ánimo y el mismo estado espiritual, el de una inmensa fortaleza, porque la tortura que les habían infligido sus verdugos no les significaba nada para ellos, pero sobre todo demostraban una gran alegría, porque todos entreveían ya la alegría eterna del Reino de los cielos que les esperaba y de la cual los separaba solo unos cuantos minutos, hasta que se consumara el sacrificio.

         Finalmente, el relato concluye con la ejecución de los mártires: “Entonces los cuatro verdugos empezaron a sacar lanzas de las fundas que acostumbraban usar los japoneses; ante aquel horrendo espectáculo todos los fieles se pusieron a gritar: “¡Jesús, María!”. Y, lo que es más, prorrumpieron en unos lamentos capaces de llegar hasta el mismo cielo. Los verdugos asestaron a cada uno de los crucificados una o dos lanzadas con lo que, en un momento, pusieron fin a sus vidas”[2].

Del relato se concluye que tanto la fortaleza sobrenatural de los mártires, como la alegría sobrenatural, es un indicio de que los mártires tienen sus almas colmadas de la Presencia del Espíritu Santo, quien es el que les concede dicha fortaleza y alegría, sin la cual ni habrían soportado los tormentos, ni tampoco habrían podido mantener la fe, la esperanza y la caridad hasta el final. Al recordar a San Pablo Miki y compañeros mártires, les pidamos que intercedan para que no decaigamos en la fe, en la esperanza y en la caridad y para que nos consigan las gracias necesarias para conservarnos en el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, todos los días de nuestra vida terrena, hasta el último día, para así poder ingresar, al igual que ellos, a la Vida Eterna en el Reino de los cielos y con ellos adorar al Rey de los mártires, Nuestro Señor Jesucristo.



[2] De la Historia del martirio de los santos Pablo Miki y compañeros, escrita por un autor contemporáneo, Cap. 14, 109-110: Acta Sanctorum Februarii 1, 769.

viernes, 2 de febrero de 2024

San Blas, obispo y mártir

 



         San Blas fue obispo de Sebaste a comienzos del siglo IV, y sufrió la persecución de Licinio, el colega del emperador Constantino. Puede, pues, considerarse como uno de los últimos mártires cristianos de esa época. Era el año 316. Parece que San Blas, siguiendo la advertencia del Evangelio, huyó de la persecución y se refugió en una gruta. La Tradición nos presenta al anciano obispo rodeado de animales salvajes que lo visitan y le llevan alimento; pero como los cazadores van detrás de estos animales, el santo fue descubierto y llevado amarrado como un malhechor a la cárcel de la ciudad. A pesar de los prodigios que el santo hacía en la cárcel, lo llevaron a juicio y como no quiso renegar de Cristo y sacrificar a los ídolos, fue condenado al martirio: primero lo torturaron y después le cortaron la cabeza con una espada. Se conoce en su Pasión que mientras llevaban al santo al martirio, una mujer se abrió paso entre la muchedumbre y colocó a los pies del santo obispo a su hijo que estaba muriendo sofocado por una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta. San Blas puso sus manos sobre la cabeza del niño y permaneció en oración. Un instante después el niño estaba completamente sano. Este episodio lo hizo famoso como taumaturgo en el transcurso de los siglos, y sobre todo para la curación de las enfermedades de la garganta.

         Al recordarlo en su día, le pidamos a San Blas que nos proteja de las enfermedades de la garganta, pero sobre todo que nos proteja de las afecciones espirituales de la garganta, las afecciones que nos hacen hablar a espaldas de nuestros prójimos, o descubrir sus defectos, o faltar a la caridad de diversas formas, hablando mal de nuestro prójimo. Le pidamos a San Blas que bendiga nuestras gargantas para que de ellas solo salgan palabras de bendición, de misericordia, de paz, de reconciliación, de perdón, para con nuestro prójimo y de amor y de piedad para con Dios.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

Santa Lucía, virgen y Mártir

 



         Vida de santidad[1].

         Nació en Siracusa, Sicilia (Italia), de padres nobles y ricos y fue educada en la fe cristiana y fue ejecutada en el año 304 d. C.  Su nombre figura en el canon de la misa romana, lo que probablemente se debe al Papa Gregorio Magno[2]. Se le representa llevando en la mano derecha la palma de la victoria, símbolo del martirio y en la izquierda los ojos que le fueron arrancados en su martirio por Cristo. Perdió a su padre durante la infancia y se consagró a Dios siendo muy joven. Sin embargo, mantuvo en secreto su voto de virginidad, de suerte que su madre, que se llamaba Eutiquia, quería que se casara con un joven pagano. Sin embargo, debido a que ella ya se había consagrado a Dios, le dijo a su madre que no se casaría. Su madre aceptó la decisión de la santa, pero el pretendiente de Lucía, indignado, la denunció ante las autoridades romanas, puesto que en ese entonces estaba en pleno apogeo una de las primeras persecuciones a la Iglesia y si alguien era denunciado como cristiano, era detenido de inmediato. El pro-cónsul Pascasio, siguiendo las órdenes del emperador Diocleciano, quien había decretado la persecución, ordenó la detención de Santa Lucía, conduciéndola luego ante el juez, para intentar hacerla apostatar de la fe en Cristo. El juez la amenazó todo lo que pudo para convencerla a que apostatara de la fe cristiana.  Ella le respondió: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo”. El juez le preguntó: “Y si la sometemos a torturas, ¿será capaz de resistir?”. La santa respondió: “Sí, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor”. El juez entonces la amenazó con llevarla a una casa de meretrices para someterla a la fuerza a la ignominia.  Ella le respondió: “El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente”. Esta respuesta de la santa, admirada por Santo Tomás de Aquino, se corresponde con un profundo principio de moral: No hay pecado si no se consiente al mal.

El juez entonces la sentenció a muerte, pero no pudieron llevar a cabo la sentencia pues Dios impidió que los guardias pudiesen mover a la joven del sitio en que se hallaba. Entonces, los guardias trataron de quemarla en la hoguera, pero también fracasaron. En algún momento de la tortura, le extirparon ambos globos oculares, por lo cual se la representa con la palma de martirio en una mano y con los ojos suyos en una bandeja, en otra. Finalmente, la decapitaron. Pero aún con la garganta cortada, la joven siguió evangelizando a los demás cristianos, instándolos a que antepusieran los deberes con Dios a los de las criaturas.

Mensaje de santidad.

Santa Lucía es un modelo y ejemplo de cómo los jóvenes pueden amar a Dios por encima de las creaturas y con tal intensidad, que ya desde la infancia desean consagrar su virginidad a Dios, para entregarse a Él en cuerpo y alma. Con su consagración, Santa Lucía nos dice que la hermosura de Dios Trino es tan inmensa, que todo lo que conocemos fuera de Dios es igual a nada.

También es modelo y ejemplo de cómo los cristianos en general deben dar testimonio de Cristo, sin temor a los hombres, confiando en las palabras de Jesús: “No temáis a los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Por último, Santa Lucía es también un modelo de cómo conservar el cuerpo como templo del Espíritu Santo, aun a costa de la vida propia, ya que es el Espíritu Santo quien les concede a los mártires la luz de la sabiduría divina para confesar con el martirio a Jesús como al Hombre-Dios, como así también les concede la fortaleza para soportar todo tipo de torturas, las cuales serían imposibles de soportar, si no estuvieran asistidos por el Espíritu Santo. Esto es además un aliciente para nosotros, que frecuentemente, por pequeñas contrariedades, nos vemos desanimados, sin detenernos a pensar en cómo el Espíritu Santo concede una fortaleza divina tan grande a los mártires, que los hace capaces de soportar torturas sobrehumanas. Es muy probable que no suframos el martirio cruento, como los mártires, pero sí podemos, tomando ejemplo de ellos, pedir asistencia al Espíritu Santo para que nos conceda sabiduría y fortalezas divinas, para así poder sobrellevar las adversidades de cada día. Le pidamos entonces a Santa Lucía que interceda para que no pidamos que nos sea retirada la cruz, sino para que la abracemos con el amor, la sabiduría y la fortaleza que solo el Espíritu Santo puede conceder; le pidamos también que, al igual que ella, que seguía viendo a pesar de no tener ya los ojos, seamos capaces, con el auxilio de la gracia divina, de cerrar los ojos a los placeres terrenos, para abrir los ojos del alma a la feliz eternidad que espera, en el Reino de los cielos, a quienes son fieles al Cordero de Dios, Cristo Jesús.

 



[1] Cfr. https://www.corazones.org/santos/lucia.htm ; Cfr. Butler, Vida de los Santos; Sálesman, Eliécer; Vidas de Santos.

[2] Además de las actas en versiones griegas y latinas de Santa Lucía, lo que es prueba de su existencia, está fuera de duda que, desde antiguo, se tributaba culto a la santa de Siracusa. En el siglo VI, se le veneraba ya también en Roma entre las vírgenes y mártires más ilustres. En la Edad Media se invocaba a la santa contra las enfermedades de los ojos, probablemente porque su nombre está relacionado con la luz y además porque en el martirio, a pesar de que le fueron extirpados ambos ojos, la santa continuaba viendo. La historicidad de Santa Lucía terminó de comprobarse cuando se descubrió, en el año 1894, una inscripción sepulcral con su nombre en las catacumbas de Siracusa.